La normalización en el sector de la traducción – 2ª parte (la norma UNE-EN-15038 para Servicios de Traducción)

Tras una breve pausa en la blogosfera por eso de los calores del mes de agosto, lo prometido es deuda y aquí tenéis la segunda parte relacionada con la normalización en el sector de la traducción (si no lo habéis hecho ya, podéis leer el primer artículo de esta serie de tres publicado a principios de mes).

En esta entrada hablaremos sobre quién certifica, cómo y por qué se certifica según la UNE-EN-15038, para qué sirve, cuál es el carné de calidad de un profesional independiente si la ISO lo es para una empresa y veremos si el traductor autónomo puede considerarse en desventaja frente a una empresa certificada.

¿Quién, cómo y por qué se certifica según esta norma?

La norma para servicios de traducción EN 15038 está destinada a su certificación. Con ello se pretende evitar lo que ha sucedido con normas anteriores como la DIN 2345, que, al no precisar certificación, hizo que muchos traductores y muchas empresas de traducción declararan trabajar según esa norma, a pesar de que en su gran mayoría incluso la desconocían.

La certificación corre a cargo de las entidades de certificación autorizadas (en España serán las certificadoras aprobadas por ENAC – Entidad Nacional de Acreditación de Certificadores) de forma muy similar a como se auditan y certifican las empresas según la norma ISO 9001:2008.

Para facilitar la labor de los auditores certificadores se ha desarrollado un esquema de certificación: un documento de recomendaciones sobre qué es lo que se debe auditar y cómo, ya que los auditores desconocen en su mayoría lo que es la traducción y necesitarán una guía para distinguir entre lo que es realmente importante y lo que no.

En teoría, pueden certificarse aquellos servicios de traducción que así lo soliciten, sin distinguir entre empresas y profesionales autónomos. No obstante, hay que puntualizar algunos aspectos:

¿Para qué sirve una certificación?

La certificación, como en la ISO 9001, sirve para demostrar a los clientes que se dispone de un sistema de gestión por escrito con toda una serie de procedimientos documentados cuya aplicación asegura que nuestro producto saldrá cumpliendo todos los requisitos del cliente y que será de calidad. Es también un símbolo de que la empresa certificada tiene como objetivo ofrecer un producto de calidad controlando toda la producción, desde la entrada de materiales hasta su salida, cuidando también todos los aspectos administrativos y comerciales, los procesos de control de calidad, la salvaguarda de la confidencialidad, la selección y formación de los profesionales con los que se trabaja, etc.

Por lo tanto, una empresa certificada no sólo “dice” que lo hace bien, sino que se ha sometido voluntariamente a una auditoría externa y neutral que certifica que realmente se ha puesto en marcha todo un sistema de gestión de procesos orientado a la calidad y a la mejora constante. Será su “carné” de calidad.

Pero una tal certificación está principalmente destinada a organizaciones donde trabajan varias personas, donde hay un flujo de materiales y documentación, y donde las responsabilidades se dividen en varios departamentos. Por eso no tiene mucho sentido que se certifique una sola persona, un profesional independiente que trabaje solo. No hay ninguno certificado ISO 9001 y evidentemente tampoco certificado según la EN 15038.

¿Si la ISO es el “carné” de calidad de una empresa, cuál puede ser entonces el de un profesional independiente?

El “carné” de un profesional es su currículo, su formación. Un profesional (y comparémoslo con un médico, un abogado, un arquitecto,…) tiene sus diplomas universitarios, tiene una lista de referencias, una formación documentada, una experiencia, etc. Pero una empresa no tiene títulos, pues quien te atiende al principio es una secretaria o un comercial, por ejemplo, que incluso puede que no posea títulos académicos.

En lo que respecta a la norma de servicios de traducción, al leerla ya vemos que no está pensada para la labor de un traductor autónomo en su casa. Uno de los aspectos a los que la norma obliga es, por ejemplo, a que todas las traducciones sean revisadas por otro traductor.

¿Está el traductor autónomo en desventaja frente a una empresa certificada?

No, pues el cliente no pretende normalmente que el traductor autónomo disponga de dicho certificado. Lo que buscará es que sea un buen profesional y que precisamente no consuma su tiempo en burocracia y en la redacción de procedimientos internos para que se los lea él mismo.

En la próxima y última entrada en torno a la normalización en el sector de la traducción veremos para qué sirve la UNE EN 15038, cuál es su contenido y qué pasa con la calidad lingüística según la norma.

Por Miguel Núñez Ferrer.

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  1. […] Para los que todavía no lo habéis hecho, podéis consultar las dos primeras entradas en Parte 1 y Parte 2. […]



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